Géraldine Schwarz, joven periodista franco-alemana da elementos claves en dos sistemas de democracia – Jorge Cerball – 19.2.2020

En su indispensable «Les amnésiques» (los amnésicos), Géraldine Schwarz, joven periodista franco-alemana da elementos claves en dos sistemas de democracia, el uno producto de auto-crítica de su convulsionada historia, el otro que se construyó exclusivamente mirándose el ombligo:

«En la época en que estudiaba periodismo en París, uno de nuestros profesores organizó un viaje de estudios a Bonn, un poco antes del traslado del gobierno alemán a Berlín. Recuerdo cuánto me impresionó la facilidad con la que entramos a la Cancillería, un edificio de vidrio y acero funcional y sin cursilerías, donde un alto funcionario nos recibió sin ninguna etiqueta, en una oficina sencilla. Qué contraste con lo aparatoso del Elíseo, de Matignon y de los ministerios franceses, esos palacios con interiores dorados, grandes espejos y candelabros que le dan al Estado un halo de inaccesibilidad monárquica y donde los altos funcionarios se pavonean en piezas fastuosas donde el visitante se siente minúsculo bajo cielo rasos interminables.


Esta oposición arquitectural refleja numerosas diferencias institucionales entre los dos países. En Francia, el sistema presidencial personaliza el Poder, encarnado por el presidente de la República que tiene tendencia a veces a reinar en soberano. En Alemania, el poder está más repartido, con un puesto central dado al Bundestag (Parlamento), que controla la acción del Ejecutivo y sirve de arena para los debates de fondo, retransmitidos por la televisión. La centralización a lafrancesa no deja cabida a las regiones, mientras que el sistema federal alemán da muchas más prerrogativas a los Länder, lo que hace que el poder esté más al alcance de los ciudadanos. Además, el modo de escrutinio mayoritario francés elimina a los pequeños partidos, y con eso las temáticas que representan, mientras que el modo de escrutinio proporcional alemán les da la posibilidad de existir en el Bundestag. La conjugación de esos diversos elementos obliga a los representantes políticos al diálogo, a la argumentación, a la búsqueda de compromiso y les impide imponer su visión, contrariamente a lo que un Presidente puede hacer en Francia. De manera general, existen más canales institucionales para expresar su insatisfacción en Alemania, mientras que en Francia estallan en la calle.
Otro contra-poder eficaz, la prensa alemana, es de variedad y calidad excepcionales en Europa. La relación entre los periodistas y el poder no es la misma en Francia que en Alemania. Cuando trabajaba como periodista para una agencia de prensa francesa de 2000 a 2009, en varias ocasiones estuve confrontada a tentativas de intimidación o de corrupción solapada. Eso iba de invitaciones a comilonas ofrecidas por algún político a cambio de exigencia de cierta complacencia, de algún portavoz de ministro prometiéndome más información que a otros a cambio de un artículo lisonjero, hasta la llamada telefónica de algún agente del Estado intimándome a escribir un informe sobre uno u otro logro ministerial, pasando por una embajada que rehusó darme el exorbitante costo de construccióon de su nuevo edificio pagado con impuestos de los contribuyentes porque «eso no es asunto para la prensa».
La transparencia ha ganado terreno y los periodistas franceses no se dejan intimidar más y los funcionarios publicos parecen haber cambiado: son actualmente más abiertos, más accesibles, menos arrogantes. Pero persisten símbolos, en particular en las largas esperas a la intemperie en el patio del Elíseo esperando que salgan los ministros de su Consejo semanal para perseguirlos por si sueltan alguna respuesta. En Berlín, los ministros se sientan equipados de micrófonos en un edificio dedicado a la prensa, y tres veces por semana, sus portavoces responden a todas las preguntas de los periodistas. Además de esas conferencias ordinarias, los periodistas pueden invitar a los políticos a hablar sobre temas particulares: son ellos los que se desplazan y se someten a las reglas de los periodistas, y no como en la mayoría de los países. Un símbolo inequívoco de la libertad de prensa.

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