Años más tarde (1962)

La carrera de Fórmula Uno se llevaba a cabo en el Nürburg-Ring. Cuando terminaba se producía un caos pues todos querían llegar lo más rápido posible a sus casas. Muchos espectadores venían de Colonia como yo y de los alrededores, unos 100 hasta 150 km. Ahora bien: la policía había prohibido pasar y correr, por más que manejaras un Ferrari.

Yo tenía este Fiat 500 del cual ya hablé que no es exactamente un vehículo veloz (velocidad máxima de 104 km/h con viento en popa…) para desobedecer las normas de la policía. Muy probable que ha sido para impresionar a mi bonita acompañante que pasé un carro lento. Normalmente respeto el código con absoluta obediencia (jajaja).  Entre los arbustos unos cien metros más adelante un policía camuflado me paró. Le conté historias para convencerle de que era una cuestión de vida o muerte seguir viaje. ¡Nada! Me obligó a estacionar en la berma mi autito por lo menos una media hora, no me cobró nada, pero mi ego estaba en el subsuelo. Podría contar algunas experiencias similares si tuviera espacio.

Volviendo ala narrativa. Un día cuando tenía trece o catorce años, estaba trabajando duro tratando de sacar (en realidad: robar) un cable telefónico forrado de plomo. Me pillaron en pleno arduo trabajo. Parece que corté alguna comunicación telefónica que pasaba por este cable. Son gajes del oficio. Tenía que bajar de una pared delgada pero alta. Bajando un gancho en la pared me abrió la carne de mi pierna. Era una profunda herida que tenía que coserse. ¡Manos a la obra! Sin anestesia y como un tigre domado por cuatro hombres, sobre la mesa de la cocina, sin misericordia, creo, como sádicos perversos me costuraron mi pierna.

Mis gritos se escucharon en Colonia, a cuarenta kilómetros de Düsseldorf. Años después, en Petrijanec, Croacia, unos campesinos mataron a una chancha enorme. ¡Gritaba!!!! Pero creo que no gritó más fuerte que yo.

Ahhhh, no tenía juguetes, poca ropa, sin supervisión o “cuidado” molestoso de alguna persona mayor, nada de aparatos digitales —– ¡era un niño feliz! Con arco y flecha como los Yucareces.

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