Otro paraíso campestre de mi juventud

Cuando tenía quince o dieciseis años hacíamos excursiones en bicicleta con compañeros, durmiendo en hostales para adolescentes, boy-scouts, para grupos.  Y tenía una meta. Desde mi nacimiento mi madre tuvo el apoyo de una chica de quince años oriunda de un pequeño pueblo Driesch  en la región de Eifel. ¡Cuántas vacaciones he disfrutado en la casa de sus padres!

La región “Eifel” era extremadamente pobre y subdesarrollada. Allá el diablo perdió, en aquella época,su poncho y no en Bolivia. Hasta que también allá implementaron políticas de desarrollo y hoy en día cuenta con infraestructura y fuentes de trabajo, por ejemplo, de un aeropuerto militar. Relativamente pertenece, no obstante, a las regiones no muy ricas de Alemania.

Quedan recuerdos aparentemente sin gran importancia, pero en realidad influencias importantes que muestran mis recuerdos vivos. Estuve manejando maquinaria agrícola sencilla jalada por vacas a una velocidad de tres o cuatro km/h. En Driesch vi una gata dando a luz. Allá tenía como amigo un perro salchicha que se llamaba Waldi. Mi amigo del alma era Bruno, un campesino inteligente y un hábil educador. En el pueblo existía un horno grande de la comuna donde las familias en un determinado día horneaban su pan. Era una aldea de campesinos en plena naturaleza intacta con una iglesia medieval. Mi querida madre Hildegard, que vivió muchos años en esta región, falleció en el 2008. Tenía 92 años. Un par de meses antes fui a visitarla. En el cementerio de Lutzerath, un pueblo de la zona, descansan mi madre y quien fuese su compañero durante casi cincuenta años de vida.Fritz Hofmann.

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