Con amor de Moscú, 007

¡Viva Santa Cruz, mi salvación! Ubi bene ibi patria. Ruego tener paciencia. Voy a contar este capitulo. Pero antes tengo que contarle un episodio que se parece a un guión de John le Carré.

La siguiente narración parece producto de mi fantasía por leer o ver demasiadas novelas detectivescas. ¡Nada inventado! Me hubiera gustado no tener que vivir esta pesadilla.

Pasé la navidad del año 1981 en Aix-en-Provence con mi familia. Pasadas las fiestas tenía que viajar a Düsseldorf para dar informe al vicepresidente de mi empresa empleadora en Bolivia, al Dr. Wolfgang Hamma y rendir cuentas sobre la actividad que gestaba como gerente en Bolivia. Iba a viajar en tren desde Marsella a las 23 horas.  Llegamos una hora antes a la estación de trenes. Invité a mi mujer a tomar una copa en un bistró cercano. Cuando volvíamos al auto parqueado – ¡delante del bistró! – detectamos que habían sido robados todos los documentos de la empresa, mis documentos personales y demás artículos personales. Nos fuimos a la Policía a denunciar el robo. No se podía hacer nada más.

Pasaron varios años. Ya vivíamos en Santa Cruz. Nuestra casa en Aix estaba con gran parte de nuestros enseres bajo llave, nadie habitaba en ella, solamente familiares pasaban a veces sus vacaciones en ella. ¡Hay que alquilarla! Alisté la casa para tal propósito. Encontré un inquilino, un arquitecto. Un sábado a las 14 horas iba a entregarle las llaves. A las 11 horas apareció un señor como estos que conocemos de películas de segunda. ¿Es usted el Dr. Wilhelm Hermann Noack? Sí. Usted tiene que presentarse a las 15 horas en Marsella, en la DST. – ¡Eso no va ser posible…!  Me interrumpió el sujeto: ¡Usted va a presentarse…! (dejando entender lo que no pronunció en voz alta: la amenaza). Y se fue. A las dos en punto llegó el inquilino. No recuerdo su nombre ni apellido, pero recuerdo que tenía un perrito “Une petite fleur”. Le conté de la “visita”. El inquilino cambió el color de su cara. Pálido, y con voz áspera me invitó a subir a su auto. Sin palabras, pero con alta velocidad se dirigió a la autopista a Marsella. ¡Embotellamiento!!! A las 3 pm en punto paramos y entramos al edificio grande y hostil. En la recepción ya me esperaban. Una llamada por teléfono. Aparecen dos señores bien vestidos. ¿Es usted Monsieur Noack? ¡Síguanos! Mi inquilino: Yo voy a acompañar al M. Noack…  “¡Usted vaya a su casa!” – “Pero, lo puedo esperar…”- “Usted se va. ¡No sabemos si M. Noack va a salir de aquí!”  Vaya, vaya, vaya. Vamos al décimo piso. Un cuarto de tres por tres metros. Una mesa. Tres sillas. Uno de los señores delante mío, el otro atrás, y empieza un interrogatorio que es digno de John le Carré. Nombres. Apellidos. Mujer. Parientes. Amigos. Trabajo. ¿Por qué estuvovarias veces en Fort Worth/Dallas/Texas? Todas estas preguntas fueron varias veces repetidas. Siempre la misma respuesta mía. Había una sola respuesta. Creo que duró tres o más horas. En mi desesperación tomé la iniciativa. “¡Señores! No tengo la más mínima idea de qué trata todo esto. No he mentido. No soy un criminal. Lo único que tengo que confesar es haber maquillado mi declaración de ingresos ante el fisco alemán y he violado posiblemente disposiciones del Banco Central de Francia al haber llevado dinero a Francia sin declararlo. Ahora, si ustedes prefieren seguir, adelante. No van a escuchar otras versiones”.

No me habían tocado, la tortura era sicológica pero no física. Pausa. Creo que los dos deliberaron. De pronto, uno de ellos me mostró una foto, un retrato de un hombre. “¿Quién es?”, “¡No lo sé!” Y sacaron otra foto, el retrato de una mujer. “¿Quién es?”, “¡No lo sé!!!” (enfáticamente). Pausa. Pausa larga, estudiando mi cara. “¡Estas personas son usted y su señora!”   —–

Luego, ya cuando habían tomado confianza en mi honestidad me explicaron que esta pareja era espías altamente peligrosos utilizando la identidad de los Noack. “¿Por favor, es peligroso para nosotros que nos maten?” Con cierta sonrisa dijo el jefe: “¡En absoluto! Si los verdaderos Noack no existen más, los enemigos Noack pierden su identidad. Ellos han adoptado vuestra identidad utilizando los documentos que le fueron robados hace un par de años.”  —-

Desde Santa Cruz les mandé una postal con un saludo y firmando con “el verdadero WN”.

Ahhhhhhhh, no les he dicho qué significa las siglas DST. Es francés. Direction de Surveillance du Territoire. Una NSA (National Security Agency) francesa.

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