El personaje distinguido de Hoy – Camba Florencio – 6.4.2024

Camba Florencio

Antonio Anzoátegui Suárez (Montero, 13 de octubre de 1937 – 26 de julio de 20101​), más conocido como Camba Florencio, fue un poeta y compositor boliviano considerado como el declamador más representativo de la poesía costumbrista de Santa Cruz de la Sierra.

Pudiéndomediéndo esfuerzas en la controversia de culturas tan pero tan diferentes! pero tan diferentes.
«En la fiesta de Porongo.»
Una vez que al Piraí
con otros me juí a bañar
un camba cantó al pasar
la copla que dice así:
«Vámonos pa lla pa Porongo
que la vida es bien barata
cuatro quesillos por medio
Y una pelada de yapa.»
No puej lo que oí, bastante jué
y sin que nadie me ataje,
Y antes de que el sol se abaje
en Porongo me encontré.
Llegué como hecho el turista
cabalingo a la procesión
Que jué muy güena ocasión
pa poder pasar revista.
¿Qué será que las devotas
sean de cualquier lugar,
por una que es regular
hay unas veinte chototas?
Una encontré medio, medio…
aunque bastante gordita,
la cara si, muy bonita,
lo demás ni pa’ remedio.
Le jice pa’ su ganbeta
y ella jué puro sonrojos,
¡Haiga visto usté esos ojos
que servían de receta!
Y pa’ dejárselos descritos,
como ejpresión no dispongo,
eran sus ojos grandongos
como un par de güevos fritos.
Este piropo janucho
le despaché a la pelada:
«este me dá el juego e’ su mirada
para encenderme yo este pucho.»
Por poco de allá me escurro
al ver que se encororó
y su boca e pororó
contestába: «No seaj burro!»
Pero ej como dice el refrán
que el burro consigue todo
por persistir a su modo,
yo continué con mi afán.
La tenía ya media controlada,
y ya esa noche ya jué poqui!
mas despues en el foqui-fofoqui
se le acabó la burreada.
Así empezaron, no miento,
a florecer los camotes
y a esperar que de mis trotes
saliera su rendimiento.
La mujer que entrega entero
al hombre su corazón,
es digna de compasión
porque el hombre es muy matrero.
Y aunque el mal es la cosita
que hace perder la concencia,
sin mirar las consecuencias,
ahí nomás me dió una cita.
«El viojoso no va a estar»
me dijo, y que no aparejca
hasta dispués que anochejca
sin ser visto en el lugar.
Tras la noche tiñó
me juí caminando a gatas
a esperar entre unas matas
que habían e’ macororó.
Aguardé pa’ su hora antera
más larga que una cuaresma
y dejle yo ahi en la mesma
espiando pa la tranquera.
Aburrido y aguazapao…
al final salió la gorda
gritándome: «Sursum corda,
que ya taita se ha marchao»
Crucé sunchándome
el cueroen un cerco de cuguchi
mas contento que un tiluchi
cuando pasa el aguacero.
Pero el mal puej nunca dura
cuando se tiene una rana
que le haga sana-sana
encima e’ la matadura.
Al decirle que la amaba,
ella contestó: «Ja jay!
vos sos de lo que no hay
y a mi me creés una taba»
Yo le dije: «Estoy perdido
por tu boquinga e’ melao»
y me dice: «Malcriado,
me estás rompiendo el vestido»
«Y decime si no eras vos
la que queríaj este encuentro».
Y me dice: «Ejtej vamos pa’ adentro».
Yo le dije: ¡Cómo no!.
Así como se lo cuento,
le saqué hasta las zapatillas
y noj juimos en puntillas
hasta dar con su aposento.
Cuando en eso Bororón!
el viejo se había volvío,
yo salí como escupío
disparando pal canchón.
Atropellé en mi carrera
una saba de barreno,
matí la pata a un chipeno
y me enredé en una estera.
Y encima e’ los encontrones
que a cada paso me daba
a una perringa llevaba
prendidinga de mis garrones.
Al verme tan acosao,
a un jorno me juí a meter…
y de ande puej yo iba a saber
¡que esa tarde habían jorneao!
Un infierno, viera usté,
lo que le cuento no es nada,
jedía a carne quemada
por poco me achicharré.
Y aquí se acabo el bailongo
porque nunca más volví
a cruzar el Piraí
pa’ llegar hasta Porongo.

 

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