Cachuela Esperanza

Reparación del hotel de la época de Nicolás Suárez en Cachuela Esperanza (Beni), con mi personal

Un breve comentario sobre un encuentro sin mayor importancia. En una ocasión que no recuerdo en que fecha hablé con un alemán que era el dueño del hotel de la época de Nicolás Suárez.

Un hotel de madera traída desde el Estado norteamericano de Washington estaba en deplorable estado. Con mis empleados logré renovar hasta con machimbre la decoración original de los tiempos pasados, machimbre que gracias a mi amistad con los propietarios Giordanos del BOLITAL me prepararon como pedido especial. La renovación fue un éxito rotundo considerando el presupuesto reducido. El salón grande fue embellecido por un retrato de Don Nicolás Suárez. El hotel estaba en condiciones de alojar huéspedes, claro está no como en un hotel de cinco estrellas, pero tampoco era necesario. El alemán-dueño había enfocado como grupo meta a gente aventurera, mochileros. Y aparecieron los primeros viajeros. Sucedió algo inverosímil: el hombre envió a su empleado para decir… ¡que el hotel estaba cerrado! Otro acto incomprensible fue sacar el retrato de Nicolás Suárez, una buena copia de un cuadro popular y simbólico en la región. En un momento el hombre raro mencionó un cierto interés en hacernos socios. Hubiera sido otra reconfirmación de que una sociedad resulta a veces en suciedad. No sé si hoy en Cachuela Esperanza hay un hotel que abre para recibir viajeros, no conozco nada del destino del hombre y no sé si un fuego reciente en Cachuela Esperanza se hizo cenizas el hotel.

En lugar de imprimir invitaciones, hice comprar quinientos libros de EL DORADO de Medardo Suárez, de 1923, y les hice imprimir en la contratapa la invitación. A la inauguración del nuevo hotel. No recuerdo ni nombres,peores apellidos del hombre que mencionó tener vacaciones escolares. Lo que queda de este trabajo de varias semanas en Cachuela Esperanza es el recuerdo de ricas yatoranas (pez de la familia de los salmones) y de mosquitos tamaño elefantes. Y quedó la interminable música del río Beni cuando cruza las cachuelas.

Otra situación seria. Con una chalupa de aluminio que utilizan los pescadores,con 5 HP en su motor quería cruzar el río Beni, quizás un kilometro río arriba de las temidas cachuelas de Nicolás Suárez. Estaba solo. Había cometido una estupidez que probablemente me iba a costar la vida, pues la corriente del río venció los “michis” 5 caballos de mi motor fuera de borda. Cuando faltabapoco para perder el control y entrar en el caos de olas, apareció un santarén, una típica embarcación adecuada motorizada para salvarme.

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