Una verdad triste – 28.9.2024

Un sabueso contaba con numerosos amigos, entre los cuales se encontraban un gato, un burro, una ardilla. Sin embargo, su relación con el zorro era tensa, ya que, sin haber intercambiado palabras, le resultaba desagradable debido a su apariencia tan amenazante. Un día, mientras el sabueso exploraba una zona deshabitada, se topó con un pozo. Por curiosidad, se acercó al borde, asomó la cabeza y, lamentablemente, se desmayó, cayendo al fondo. Al recobrar el conocimiento, comenzó a clamar por ayuda. El gato, uno de sus amigos que se beneficiaba de su comida, lo escuchó. Al acercarse y verlo en el fondo, le preguntó: «¿Cómo llegaste allí abajo?» El sabueso respondió: «Me desmayé y caí aquí, por favor, ayúdame.» El gato lo miró y le dijo: «Lo siento, amigo, pero debes salir como puedas. Tengo asuntos que atender.» Y, sin más, se marchó.

Después de un tiempo, el burro, otro de los amigos del sabueso, escuchó su grito de auxilio. Se acercó y le preguntó cómo había llegado a esa situación. El sabueso le explicó lo que sucedía y le solicitó ayuda, pero el burro respondió: «Lo siento, amigo, pero debes salvarte como puedas. Debo irme a la pradera, tengo asuntos importantes que atender.» Tras estas palabras, el burro se alejó sin mirar atrás, negándole la ayuda a su mejor amigo, el sabueso. Más tarde, la ardilla escuchó también sus súplicas. Al acercarse, le hizo la misma pregunta que el burro y el gato. Finalmente, la ardilla también se negó a ayudarlo y se marchó, alegando que tenía cosas que hacer.
El sabueso se encontraba exhausto de solicitar ayuda y estaba a punto de rendirse cuando, de repente, gritó por última vez: «¡Socorro, socorro!». En ese momento, el zorro pasaba por el lugar y, al acercarse, vio al sabueso atrapado en el fondo del pozo. Sin dudarlo, le lanzó una soga para ayudarle a salir. Al alcanzar la superficie, el sabueso le agradeció: «Gracias, amigo, no sé cómo podré recompensarte». El zorro respondió: «No me debes nada. Te he ayudado de corazón». Luego, el sabueso añadió: «Perdóname por haberte juzgado sin conocerte. A veces, quienes consideras amigos no lo son, y el que menos esperas es quien te tiende la mano. A partir de ahora, seremos buenos amigos». Así fue como comenzó una buena amistad.
Autor: Emmanuel Emilio montero

 

Sé el primero en comentar

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *