En Bolivia, hay muchos cubanos. Casi todos vinieron huyendo de las penurias que les prodiga la revolución, que no termina de tocar fondo, a pesar de que en la isla viven a oscuras, comiendo alimentos podridos, ya que ni siquiera pueden refrigerar el pollo que mandan desde Estados Unidos, país de donde les llega casi todo, incluso los uniformes escolares.
Otros isleños son desertores. Llegaron acompañando alguna de las brigadas médicas y educativas que enviaba la dictadura a cambio de grandes sumas de dinero, que se guardaban los gobernantes, promotores de una forma de esclavitud disfrazada de solidaridad socialista.
Los cubanos que viven en Bolivia son los más nerviosos con lo que está ocurriendo en el país, pues están viendo los mismos síntomas que se produjeron en Cuba tras la caída de la Unión Soviética, cuando quedó en evidencia que el socialismo es el mejor método para volver miserable a un país, no solo desde el punto de vista económico, sino también cultural y espiritual.
Muchos países han vivido guerras, calamidades y desastres de grandes proporciones, pero se han levantado. Solo el comunismo tiene tanta fuerza como para aplastar a un pueblo y dejarlo inerme, como si estuviera en coma. En Alemania, después de 35 años de reunificación y a pesar de los grandes esfuerzos que se han hecho para nivelar la parte del país que estuvo bajo dominación soviética, todavía persisten grandes diferencias socioeconómicas con el occidente del país. Es como si les hubieran robado el alma y las ganas de vivir.
Los cubanos que eligieron Bolivia para radicarse y vivir en libertad están arrepentidos de su elección. Algunos ya se fueron y otros están haciendo las maletas, aunque les resulta muy difícil hacerlo. Si intentan vender sus pertenencias, no hay dólares para emigrar a Miami. En Cuba no tenían nada, les bastaba con armar una balsa y recorrer las pocas millas que los separan de Estados Unidos, donde las leyes les permiten obtener la residencia con facilidad. Los venezolanos no cuentan con esas ventajas y mucho menos podrán obtenerlas los bolivianos, quienes llevamos en la espalda el pecado de haber elegido el infierno una y otra vez.
Los cubanos dicen que para los bolivianos será mucho más difícil vivir el comunismo. En Bolivia no tenemos las bellísimas playas caribeñas que atraen turistas, nadie verá al “proceso de cambio” con el romanticismo con el que todavía miran a la revolución cubana, y ningún país se mostrará solidario con los bolivianos, aunque nos toque vivir penurias peores que en Cuba. Para colmo, Luis Arce está muy lejos de ser Fidel Castro y nadie en el mundo considerará como líder ideológico y ejemplo a seguir a un pedófilo como Evo Morales.
Por último, los bolivianos no tenemos tantos parientes ricos en Miami ni en ningún otro lugar que nos puedan enviar hasta aspirinas y abundantes cantidades de dólares. Nuestros familiares viven en São Paulo, Buenos Aires o Virginia, donde trabajan en el campo, son albañiles o se dedican a la limpieza. Por todo eso, y por mucho más, si no hubiera otra opción, sería más conveniente regresar a Cuba que quedarse en Bolivia. Al menos, los cubanos están empezando a rebelarse. Aquí, no hay miras.
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