Desde que el candidato argentino dio el batacazo electoral más contundente de la historia argentina, muchos se preguntan si habrá un Javier Milei en Bolivia que pueda convencer a las masas para deshacernos de la lacra política que nos gobierna y que nos está llevando al desastre.
Gracias a Dios en Bolivia hay millones de Milei y por eso mismo es que Bolivia todavía no se ha ido al despeñadero como ha pasado con todos los países que abrazaron el camino del socialismo del siglo XXI. Lamentablemente no estamos a salvo y lo peor de todo es que el MAS y sus asesores cubanos tienen la meta muy clara y lo que buscan es quebrantar el espíritu y la economía de los bolivianos para prevalecer sobre seres hambrientos, sin ánimo de rebelarse como pasa justamente en Cuba y Venezuela.
Los Milei bolivianos son aymaras, son transportistas, gremiales, están en El Alto, en la feria 16 de Julio, en la Uyustus, en Los Pozos, en San Julián y aunque no tienen conciencia de que son liberales y probablemente muchos de ellos votan por el MAS por ciertas afinidades, son acérrimos defensores de la propiedad privada, llevan el libre mercado en la sangre, conocen a la perfección los trucos del comercio, los negocios, los flujos, stocks, los activos y los pasivos.
No han leído a Adam Smith, a Hayek y tampoco conocen la Escuela Austriaca, todo lo aprendieron en la calle, donde constantemente salen a defender su trabajo, tal como lo hicieron en reiteradas ocasiones, cuando el gobierno de Luis Arce intentó atentar contra la propiedad privada con la excusa de combatir las ganancias ilícitas.
Casi todos son informales, víctimas de un estado que fabrica leyes que la mayoría no puede cumplir por el alto costo que implica. Desafortunadamente tampoco son conscientes de esa realidad y encaran su informalidad como una ventaja que les otorga el gobierno, cuando en realidad viven desprotegidos, al margen de los beneficios sociales, sin acceso al crédito y sin posibilidades de capitalizarse.
Bolivia es uno de los países con mayor informalidad en el mundo, es decir, con el mayor número de personas que no cumplen las leyes que, como dijimos, son para unos cuántos, para los que pueden pagar el inmenso costo del derecho, para los que entienden las normas, para los que pueden pagar un contador y un abogado y para los que tienen tiempo para lidiar con la impresionante burocracia tributaria, las licencias y la corruptela que rodea ese ambiente.
En otras palabras, Bolivia tiene el peor estado imaginable, con leyes costosas, especialmente ruines para los pobres, hecho que lo convierte en un régimen totalmente ilegítimo. Si sumamos a eso la existencia de un sistema político que además de ser impostor, es dictatorial y busca implantar un modelo empobrecedor, el cuadro es aún más tiránico.
En Argentina pudo surgir un Milei pese a vivir más de 80 años bajo la dictadura peronista. En Bolivia es mucho más factible, pero hace falta despertar a todos esos liberales de hecho que viven inconscientes de la opresión de la que son víctimas y de la fuerza que tienen para transformar este país.
Sé el primero en comentar