ALDO PEÑA Y EL DUELO SUPERPUESTO DE SIV – 21.9.2024

La Capital del Cebú despertó hoy con la mirada perdida por la enraizada e intensa humareda. En San Ignacio, bajo un cielo nebuloso se suspira un duelo superpuesto.
SIV sufre pérdidas múltiples y acumuladas. No logra erradicar un grave holocausto, cuando, surge la presencia de otro duelo por la pérdida de su amado hijo: Aldo Peña Gutiérrez.
El noble pueblo chiquitano ha sido arrebatado, al mismo tiempo, de tesoros valiosos, que demandan un proceso tremendamente difícil de superar.


Son hechos dramáticos que han obligado a suspender el homenaje septembrino por la efeméride de Santa Cruz.
En señal de múltiple duelo, en los mástiles de los domicilios y entidades públicas y privadas se izarán las banderas del patujú y la provincial a media asta, y con un crespón negro.
En esta ocasión, SIV no festeja porque tiene el alma oprimida por la indolencia gubernamental, por la hoguera de su floresta y el vacío que dejó el hijo bautizado como: «orgullo patrimonial»
El corazón de una de las voces más prodigiosas de Bolivia se apagó. Aldo Peña no sólo alegraba a los cruceños con el Brincao. La consonancia sonora y el ritmo contagioso resaltaban los tres días de Carnaval, y todas las celebraciones de su tierra natal.
San Ignacio de Velasco lamenta la partida del hijo que engendró; un eminente compositor, cantante y productor boliviano que nació el 5 de diciembre de 1950.
Aldo Peña incursionó en el mundo de la industria musical en 1983, difundiendo sus obras musicales que atrapan armonía con sus letras picarescas y géneros regionales, como la chovena típica precolombina en pasos dos por cuatro, el taquirari y carnavalitos, entre otros.
Conocí al famoso Aldo Peña en 1996, en los agasajos que invitaban a la prensa cruceña en todo evento y lugar. Cuando más disfrutaba de su agradable compañía era en los prolongados churrascos de Expocruz.
— ¿Me puedo sentar al lado de la chupabarro más tímida, o más temida?, preguntaba acercándose sonriendo a mi mesa.
No sabía que Aldo Peña nació en tierra colorada, donde la alegría y genialidad artística de sus hijos es natural y atractiva.
—Tenés que hacer honor a tu estirpe, siempre risueña y colorida, me decía.
Más conocido como cantante, el genial productor, destilaba un carisma espectacular. Su estilo musical se escuchaba con ansias en todo el departamento, mismo que promovía y complementaba como comunicador audiovisual.
La naturaleza chiquitana que trascendía en su personalidad compaginó adecuadamente en su aporte artístico, a tal punto que cada año sumaban sus éxitos.
Las comparsas coronadoras no se sentían felices ni identificadas si no saltaban efusivas con una canción que lleve su nombre, producida por Peña.
Los originales arpegios conquistaron un especial cariño del público boliviano, en grandes escenarios donde se imponían las notas orientales.
El legado de Peña es inmensurable. Presenta más de doscientas creaciones musicales grabadas en cuatro décadas de carrera, por cuanto, resulta difícil mencionarlas.
«Banderas de Libertad», es el himno del periodista boliviano, de su autoría, y refleja una letra emblemática, en la que ensalza que, en esta labor, siempre debe predominar la ética y la verdad.
Aldo Peña, hijo de una distinguida familia ignaciana, (amiga de mis padres) estuvo casado con Selva Justiniano, con quien procreó a Julio Diego y María Selva.
El destacado compositor, luego de una larga enfermedad que lo postró en cama seis meses, pidió a Dios, partir en esta época abrumadora, para no percibir cómo se apaga el canto de los pájaros; no ver cómo agoniza el verdor del bosque amazónico de SIV; y, cuando, producto de los incendios, la tierra calcinada de su pueblo, conforma una incalculable alfombra blanquecina, compuesta por una avalancha de ceniza.

Gina Mendía G./periodista

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