El populismo deja siempre una herencia envenenada. A los bolivianos nos va a costar muelas reponer la Constitución republicana, porque si algo hace bien el populismo es vaciar de contenido real el significado de los conceptos constitucionales más comunes (en eso consiste la nueva Constitución) también para ponerle una cortina de humo a la arbitrariedad y al abuso de su práctica política.
Pero lo más grave ahora es que el populismo ya no se restringe a la mera prédica política de un sector, se ha vuelto, alimentado por el mediocre debate intelectual moderno, una nueva cultura. Es decir, la creencia de que el Estado es el encargado de resolver el problema social de la pobreza, como la de diseñar el tipo de sociedad que un pueblo debe construir, ha arraigado de tal forma en el subconciente popular, que quien quiere enseñarle a la gente que la responsabilidad de resolver tales asuntos recae más bien sobre la sociedad, que sobre los políticos, es visto como un idiota completo. Porque decirle ahora a la gente que para que tal cosa sea posible se requiere de un orden basado más en leyes que respetan la libertad y la autonomía de las personas, la inversión y la propiedad privada, lo mismo que la legitimidad del lucro (ganancia) que en la clarividencia y el voluntarismo de un líder carismático, es un casi sacrilegio político. Este error es ahora un arquetipo ideológico en la sociedad latinoamericana y la persistencia en tal error sólo lleva (ya lo ha hecho con algunos) a las crisis políticas, económicas y sociales más terribles.
¿Por qué el Estado no es capaz de consolidar por sí mismo una sociedad armoniosa y próspera? Pues porque sus decisiones son siempre interesadas y porque prevalece en ellas el interés personal. ¿O usted conoce a un político o a una autoridad que piense en el bienestar común antes que en su estabilidad política? Un ejemplo concreto, frente al dilema de vender a un costo real la energía, o a un costo más barato pero subsidiado (pagado incluso por quienes no consumen el producto) no hay político que elija la primera opción porque su imagen se desbancaría inmediatamente. Concluyamos entonces que hay ideas que son extremadamente peligrosas para los pueblos porque tienen en su seno el germen de la destrucción y la pobreza. El caso relativo a la incapacidad del Estado nacional para encontrar y desarrollar nuevas reservas energéticas (fruto de las equivocadas ideas del populismo sobre el rol del Estado) ilustra muy bien esta óptica.
Don Carlos Miranda (un auténtico experto en el área energética) desarrolla una reflexión que pone en evidencia que el guerrillerismo con el que el Estado actuó contra la empresa privada internacional y nacional (debido a esa irracional concepción sobre el verdadero rol de las empresas) ha devenido en una peligrosa ausencia de inversiones en el rubro pètrolero que muy bien nos puede llevar a una crisis energética sin precedentes en Bolivia, y todo eso a mediano plazo.
Vean por qué.
Gracias Carlos Herrera por compartir.
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