Por Dr. Rolando Morales Anaya
Cuando hay una brecha entre oferta y demanda, es decir, cuando hay “escasez”, cabe preguntarse si se debe a la debilidad de la oferta y/o al exceso de demanda. En el caso de los dólares, el dilema viene impregnado de apreciaciones técnicas y subjetivas sobre lo qué es una oferta adecuada y cuando la demanda debe ser considerada excesiva.
Los dólares disponibles para la oferta provienen de las exportaciones, remesas, créditos externos y de las reservas internacionales en poder del Banco Central, de los bancos, de las casas de cambio y de empresas y particulares. Por alguna razón, algunos colegas piensan que la oferta de dólares se alimenta solo del stock que guarda el Banco Central, ignorando las otras fuentes, en particular las exportaciones y las remesas. El mismo error cometió la calificadora Fitch.
El año 2022, las exportaciones, remesas y reservas del BC contribuyeron a la oferta de dólares en cerca de 20 mil millones de dólares (50% del PIB) y el sector informal con unos 3 mil millones adicionales. Son montos importantes y no hay razones sólidas para pensar que el año 2023 sea muy diferente.
Paralelamente al buen resultado del ingreso de divisas, la demanda para importaciones y transacciones con el extranjero fue millonaria; en el 2022, las importaciones llegaron a más de 13 mil millones de dólares. Algunos de los rubros de importación son llamativos, especialmente, el referido a los carburantes, cuyo monto dobló con relación al año anterior, y el de automotores para uso privado. El crecimiento de la demanda de dólares y la naturaleza de los bienes que se importa causan preocupación.
La demanda de dólares, al igual que la demanda de otros bienes y servicios, depende de su precio y del ingreso de los demandantes. Para juzgar si el precio del dólar es adecuado para operaciones de comercio exterior, se analiza el precio de los bienes importados con relación al precio de sus similares nacionales. Resulta, como varios estudios han demostrado, que al consumidor le conviene más, por su precio, comprar algunos bienes importados en lugar de los producidos localmente, por ello, varios colegas son de la opinión que habría que aumentar el precio doméstico del dólar para encarecer las importaciones (en Bolivia decimos “devaluar”). Para ser adoptada dicha sugerencia, será necesario hacer un estudio comparativo entre la productividad de Bolivia y la del exterior. Por ejemplo, para igualar el precio de la papa nacional con la peruana, deberíamos devaluar en 100 por ciento pues el Perú produce por hectárea el doble de Bolivia. Deberá también estudiarse el impacto fiscal de una devaluación. Esos estudios deben ser hechos antes de pronunciarse en favor o en contra de una devaluación. Por supuesto habría que estudiar también la relación de precios con otros productos y otros países.
La otra determinante de la demanda es el ingreso de los demandantes. Si una economía crece, algunos agentes económicos aumentan su ingreso y pueden ser proclives a aumentar sus compras de bienes importados. Esto es natural y lógico. Pero hay casos menos idóneos en que la población aumenta la demanda de importaciones sin haber aumentado su ingreso, por ejemplo, para cubrirse de los efectos potencialmente inflacionarios del financiamiento al déficit del sector público no financiero (SPNF).. Luego, el financiamiento al SPNF por parte del Banco Central es parcialmente responsable del crecimiento poco idóneo de la demanda de divisas. Los otros responsables son los que siembran pánico en la población con relación a la escasez de dólares.
Finalmente, cabe hacer referencia al impacto psicológico y al juego de economía política de una devaluación. Muchas veces es suficiente que alguien haga correr el rumor de una devaluación “inminente” o “inevitable” para que la gente se precipite a comprar dólares lo que provoca el aumento de la demanda y hace más creíble el rumor. Las dificultades por las que atraviesa Argentina, en gran medida, se deben a una guerra de rumores. Llama la atención que los rumores no se distribuyan uniformemente a lo largo y ancho del país y que estén siendo escuchados esencialmente por las familias de bajos ingresos que corren a los bancos a comprar dólares, a veces en cantidades tan pequeñas como 100 o 200 dólares, mientras que los grandes importadores se mantienen a la expectativa de lo que puede pasar en los días que vienen.
Poniendo a un lado estos comentarios, es necesario que el gobierno y el Banco Central estudien las estrategias posibles para evitar problemas fiscales y cambiarios. La reciente degradación de la calificación de la economía boliviana efectuada por Fitch es preocupante, es más preocupante que la actual escasez de dólares (Página Siete; 16/03/2023)
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