Lorgio Serrate Vaca Diez cambió la vida de un millón de personas. En ese sentido fue un millonario, aunque murió yesca como la gran mayoría de su pueblo. Al final, sus únicos ahorros fueron una quintita cerca de Blooming y que se llamaba Guaruyá, el último recuerdo de su pasión por el mar en Brasil. La vendió cuando ya el cáncer le atacaba el pulmón. También le heredó a Chingolo un viejo reloj omega.
Fue periodista, abogado, hombre de radio, militar en el Chaco. Fue Alcalde, fue político, lo eligieron diputado, lo persiguieron los ucureños, se exilió en Corumbá y luego en Sao Paulo. Al poco tiempo nos le unimos los hijos y su amada Chica Cuéllar. Vivíamos alojando estudiantes, vendiendo almuerzos y haciendo trámites jurídicos. No sé cómo nos hizo estudiar. Con el ejemplo, creo. Siempre sonreía y siempre ayudaba al que llegaba a nuestra puerta. Cobijó a Gladys, a Tahuichi Aguilera, y a tantos enfermos, mientras escribía su famoso libro “Tiempos Viejos”. Sólo un manazo me dio en muchacho: los del súper me pillaron metiéndome al bolsillo unos soldaditos de plomo. Lo llamaron y aún retumba en mis oídos la fuerte lección que me dio. Nunca más robé un alfiler a nadie. Me arde en el cachete cualquier tentación. Así también son mis hijos, y serán los hijos de mis hijos. Lo hijos de mis hermanos, de nuestros parientes y de sus mejores amigos. Ya debemos ser más de un millón los que tuvimos nuestras vidas cambiadas por el ejemplo de Lorgio y de tantos otros heroes “desconocidos”.
El “Mojón con Cara” lo puso él. La imagen de Mons. Rivero él la hizo hacer. La búsqueda de la selección del pavimento para Santa Cruz, él la capitaneó. Así fue que la Comisión Camba encontró la loseta en Sao Paulo. Fue Cónsul, diplomático y carnavalero. Fue Juez en la Corte Suprema y en la de Santa Cruz. Fue poeta, articulista, catedrático y director de cultura. Siempre rodeado de gente que escuchaba sus valores y sus sueños. Hay una calle con su nombre en el poblao que tanto amó. Cuando murió, pidió ser enterrado con la banda. Aún hoy hacemos fiesta y le rezamos todos los días pues nos sigue cuidando desde arriba.
Ayer los hermanos celebramos lo que sería su cumpleaños 108. Sigue vivo. Lo podemos ver en los que son sus nietos, sus bisnietos y hasta tataranietos. Ellos y sus relaciones son el nuevo Santa Cruz por el cual él dio su vida y sus valores. La semilla que él sembró cayó, casi siempre en suelo fértil y se sigue multiplicando. No solo en la parentela, sino muchos más allá. A los amigos que conocemos, lo que hacemos es entregarles una “estampita virtual” de nuestro Tatita. Para que la pasen adelante. Somos tan incontables sus seguidores que ni cabemos en la nube. Y la avalancha seguirá creciendo. Qué vida linda nos dio. Gracias por hacernos millonarios de Amor.
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