Al paso y al galope de su caballo centauro estadista- o sentado en una cabeza de buey o en el tronco tumbado de un árbol, en su choza de purificación o en el monte nativo que tanto tiempo fue su única casa, Artigas fue madurando formas de convivencia política para las Provincias americanas. Sus Secretarios les dieron forma adecuada, teniendo en cuenta textos extranjeros, que Artigas moldeó para que pudieran funcionar en la realidad gaucha. El Prócer la interpretaba como nadie, por haberla vivido en la intensidad de sus carencias, pisoteando sus prohibiciones absurdas, midiendo toda la riqueza de la tierra y la indómita capacidad de sus hombres amigos, fraternos de intemperie y de destino incierto.
Cuando el «sistema» estuvo estructurado, cuando los pueblos fueron dándole su aprobación entusiasta, porque conjugada verbos de libertad, de igualdad, de democracia, república y federación, Artigas, consustanciado con con su pensamiento, libro cien batallas adversas o no, para convertirlo en Ley de América , sosteniéndolo como una pasión errenunciable. Por no haber en el terruño, bajo otro régimen; porque la muerte no llega en el entrevero másculo, se fue para siempre, a olvidar tanta injusticia, tanta incomprensión, tantos privilegios confabulados.
Derrotado por imperialismo, oligarquías y envidia de sus tenientes que había formado de la nada, como a Pancho Ramírez, cuando todos le daban la espalda o se agrupaban para atacarlo, menos los pobres y los indios desprovistos, que se le ofrecían, optó por el ostracismo, que en eso se convirtió su arribo a Paraguay, con la ilusión de que el dictador Francia le diera hombres y armas para volver a la lucha, en esta tierra amada que había ensangrentado durante una década para darle libertad y bienestar.
por Julio Martínez
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