Autor: Willi Noack
Publicado: SECCION 100, El Deber, 05.09.1989
Recuerdo una anécdota en la fase caliente de la guerra fría entre el Este y el Oeste.
Dos niños están a los dos lados de la cortina de hierro en Alemania. El niño del oeste (“capitalista”), come placenteramente un guineo (entonces comer un guineo era expresión de lujo). El niño del este (“comunista”), le mira con envidia y grita provocativamente: “¡Tu guineo no es nada! Nosotros tenemos el socialismo.” – “Está bien. ¡También nosotros tendremos el socialismo!” – “Puede ser, pero ya no tendrás tu guineo”.
En nuestros tiempos de la Perestroika y de Mijael Gorbachov, tal vez, participando pronto en conferencias cumbre de los G7, este chiste ha perdido su impacto.
Pero en los años después de la catástrofe de la segunda guerra mundial (1939 – 1945), existía el espíritu socialista de la época, cuando una gran mayoría de la población pensó, en su afán de reconstruir sobre las ruinas una nueva Alemania en libertad, democracia y bienestar, que la economía dirigida era la garantía para una rápida reconstrucción del aparato productivo, y para una repartición justa de los sacrificios y futuras ganancias. Básicamente no había una discusión sobre metas sino sobre métodos. Este método tendría que ser un “tercer camino” entre Liberalismo (Oeste) y Socialismo (Este), y fue mi profesor en la Universidad de Colonia, Alfred Müller-Armack, quien logró en 1947 la introducción de la, por él llamada “Economía social de mercado” como idea guía en la Alemania de la postguerra.
Müller-Armack estaba convencido de que ambas alternativas tradicionales, la economía clásica de libre mercado y la economía dirigida, se habían desgastadas, por lo tanto era preciso desarrollar una nueva tercera alternativa, como síntesis de las dos que consiste en el lema base de juntar el principio de las libertades en los mercados, con el otro principio de la compensación (nivelación) social.
En otras palabras, se trataba de utilizar el orden económico del mercado, sin dejar de respetar adecuadamente el principio de la justicia social. El Estado interviene, pero de tal forma que no distorsiona el funcionamiento del mercado, sus intervenciones tienen que ser compatibles.
Consecuentemente, se trataba de considerar la razón de la existencia del ser humano y los principios de la estructuración de su convivencia, incluyendo su quehacer económico; esta consideración se basaba en la crítica del viejo liberalismo, que daba demasiado énfasis a los logros económicos, descuidándose de otros anhelos y necesidades. Lo que en cambio era y es imprescindible, y lo que debe ser fortalecido, es la búsqueda de más libertad y más seguridad social. Ambas metas lo logran mediante crecimiento sostenible, en políticas pacíficas. Lograr estas metas es una tarea perpetua, pues las metas cambian con el transcurso del tiempo-
Por supuesto, surgen conflictos entre:
a. libertad individual
b. seguridad económica y social
c. crecimiento,
los cuales deben ser resueltos bajo la norma de la “subsidiaridad”, es decir, la iniciativa individual tiene prioridad sobre la iniciativa (intervención) del estado.
Esta intervención del estado puede ser en diferente grado eficiente, pero puede traer consecuencias no deseables. Para compensar estas consecuencias, se precisa un movimiento sindical y además garantías para el funcionamiento de la competencia. La complementación del orden económico por la componente “social” caracteriza el nuevo concepto, pues el mecanismo del mercado no puede considerar los objetivos sociales y valores que reflejan el consenso de la sociedad pluralista en un determinado momento.
Así, la economía social de mercado queda abierta para asumir nuevas tareas y nuevas soluciones de conflictos.
Los tres pilares son:
– economía de mercado con crecimiento,
– dirigismo por el estado en los social,
– compatibilidad de intervenciones con el mecanismo del mercado (pero sin dogmatismo ortodoxo).
Las políticas se concentran por lo tanto, en la creación de condiciones que garantizan el funcionamiento del mercado, pero adicionalmente contemplando metas concretas sociales. (El gran hombre de estado y ejecutor en la práctica de los conceptos de Müller-Armack era el ilustre Ludwig Erhard, Ministro de Economía de la RFA y posteriormente Jefe de Gobierno).
Cuando en 1948 Erhard implementó la economía social de mercado, Alemania contó con ayuda externa (EE.UU.) y habían bienes acumulados en le mercado negro, pero sobre todo existía una voluntad de la población de superarse y reconstruir el país, que desencadenó un proceso muy dinámico y, comunadamente, en pocos años se logró el ambicioso proyecto.
Otros factores que influyen en gran medida en este éxito: la guerra de Corea (1950), ocasionando una coyuntura mundial muy favorable (“boom”) y la existencia de una legislación con larga trayectoria (80 años) para estabilizar la seguridad social.
Sería un estudio de mucha importancia analizar y comprar las condiciones de Alemania de entonces con la Bolivia de hoy, tomando en cuenta el deterioro de la industria y infraestructura, falta de recursos naturales, gigantescos problemas sociales causados por la guerra por un lado, y la abundancia de recursos naturales por otro.
Posiblemente, este análisis daría razón y justificación a la tesis de que el “milagro económico” en realidad no era ningún enigma, sino el resultado de haberse dado un orden económico eficaz con fuerte énfasis en el equilibrio social, motivando al conjunto de la población a participar en esta tarea hercúlea de reconstruir un país aplastado. En sólo 10 años se logró la reconstrucción (crear la nueva base productiva económica).
A partir de 1960, la “economía social de mercado entró en la RFA en su segunda fase, dando más énfasis a metas sociales y socio-políticas, donde la economía pierde relativamente importancia. Se trataba de crear una integración interna de la sociedad de base a valores y convicciones comunes, se buscaba una “acción concertada”, agrupando todos los sectores de la comunidad. Erhard, como ejecutor de esta política, proclamó la “sociedad formada”, expresión para una sociedad de grupos solidarios.
Llegó la tercera fase, donde se cambió el principio de la “conformidad” con el concepto “global”.
Otro hito en el desarrollo del concepto fue la introducción de la “Dirección global”, que se puede resumir con las palabras del entonces Ministro de Economía, Karl Schiller: “Competencia hasta donde sea posible, y tanta planificación como sea necesario”. Vale una aclaración para evitar malinterpretaciones: según esta dirección global, es tarea de la política económica influenciar y determinar los “condiciones macro” y permitir que todo el resto del quehacer económico solucione el mercado mediante la “micro-dirección”, donde se garantice una competencia efectiva o funcionando, en vez de la competencia total estipulada en la teoría pura macro-económica. Macro-relaciones y un arsenal de instrumentos para lograrlas, se refieren a los cuatro objetivos principales, y que son:
– estabilidad financiera y monetaria
– alto grado de empleo
– equilibrio de la balanza externa de pagos
– crecimiento económico sostenido y perpetuo adecuado-
El Gobierno interviene para asegurar el logro del objetivo que corre más peligro de no conseguirse. A propósito, otra anécdota: Al obrero alemán le va muy bien. Primero caminaba, después tenía una bicicleta, posteriormente una moto, ahora un auto y pronto … volará (volar tiene en alemán dos significativos: a) viajar en avión y b) volar de su puesto de trabajo, ser botado….
Conclusiones:
Significación de la experiencia alemana para Bolivia:
En grandes rasgos, el concepto de la economía social (¿) de mercado fue implementado en Bolivia en 1985-
Sería prudente que Bolivia se oriente primariamente en las ideas guías del desarrollo alemán, para la primera fase, es decir, cuando la RFA de la postguerra luchaba por su reconstrucción, postergando las tareas siguientes momentáneamente. Sería fatal el intento de achicar el lapso de desarrollo, sin haberse permitido lograr submetas de las fases, lo que no impide perseguir la meta final.
Reconstruir un país con mando de obra calificada, disponiendo de conocimientos técnicos y de experiencia, representa una gran ventaja comparativa de la RFA con relación a Bolivia. Pero sería demasiado cómodo utilizar esta desventaja en una actitud fatalista y resignada, como disculpa barata: más bien obliga a desempeñar con toda la fuerza disponible una urgente campaña de capacitación.
fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack
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