MI AMIGO PANZA FRITA – 25.4.2024

Desapareció de Riberalta en silencio. Guía de un emprendimiento familiar digno de admiración, CARLOS RODRÍGUEZ PEDRAZA, nacido a la vera del camino el 16.07.1950, se adueñó por muchísimos años del paladar de los riberalteños ofreciendo panza frita por las mañanas y tripas rellenas por las tardes.
La panza que Carlos ofrecía a sus clientes era un encuentro con la exquisitez, el sabor y la amabilidad; sin embargo el proceso para producirla, era totalmente sacrificado. La batalla por llevar una panza frita hasta su hogar o su oficina, empezaba en los mataderos peleando por comprar el producto que luego de un primer lavado, hervía a leña desde las 9 de la noche hasta las dos o tres de la mañana, doña Mercedes Barroso Ayala, su amada y eterna compañera, acompañaba el trabajo destelando el pellejo de la panza para luego cortarla en trozos hasta las cuatro de la mañana.

Sartén en mano Carlos fritaba las lonjas de panza mientras los muchachos, sus hijos, febrilmente colaboraban partiendo leña, elaborando el ajicero, ordenando la carretilla y aseando la humilde y rústica casa en la que se respiraba el orden y el aseo a ultranza; esta Empresa le enseñó a amar a sus hijos con sus defectos y sus virtudes…los chicos crecieron-me dice-pero la olla grande nunca se acaba, uno muere padre!
En sus mejores tiempos “Panza Frita” llegó a vender hasta diez “vientres” ricamente elaboradas y acompañadas de su raja de yuca sancochada, las que anunciaba con el potente vozarrón que se escuchaba a tres cuadras a la redonda. Nunca regresó a casa si faltaba una lonja de panza por vender; sin embargo su tarea apenas había comenzado, pues luego del almuerzo en familia, iniciaba el trabajo de elaboración de las tripas rellenas que doña Mercedes iba preparando mientras él vendía las panzas.
Este ritual no tenía feriado ni descanso alguno, simplemente porque el día que no compraba las panzas o las tripas, perdía la exclusividad que le habían dado sus amigos los matarifes; en este ámbito recuerda con cariño a Chacho, don Rufino, Alfonso y (+)Chamaco Molina.
Carlos caminaba un promedio de 20 kilómetros diarios, cargando 100 ó 200 panzas que voceaba incansablemente ya en el centro o en los últimos rincones del pueblo, no había tregua para el descanso y se daba modos para terminar la venta. Así fue transcurriendo la vida para confirmarle que el primer enemigo del ser humano es el tiempo que pasa inexorable, sus pulmones y las cuerdas bucales cedieron, el “hay panza frita” fue perdiendo fuerza, los niños le gritaban “panza frita” casi al oido, los dedos retorcidos no le permitían levantar ni las panzas, ni la arroba de yuca que cargaba para el jacú.
“He trabajado para comer y por ahí un gustito nomás; no me he podido comprar ni siquiera una puta moto”, me dice con firmeza pero con la satisfacción del deber cumplido; perdió la vista pero luego de una operación ve algo con el ojo izquierdo. Actualmente Carlitos vive feliz en una apacible parcela que le han regalado sus amigos entre Las Piedras y Gonzalo Moreno donde lo han “adoptado” como pandino; recuerda con cariño que en Riberalta-pueblo que ama como propio-le quisieron hacer un reconocimiento pero que no pudo asistir debido a su ceguera.
Durante muchos años, la tarde del 31 de diciembre solía tomarme una caipiriña con mi amigo Carlos quien me esperaba con un derroche de cariño en su hermosa casa llena de plantas y jardines…si no supiera que le llena el alma este saludo, simplemente no se lo dijera:
Te queremos muchos…Panza Frita!!!!

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