Taciturno aguardó cuarenta días entre rejas la respuesta de un clamor que no escuchó jamás. Consideró que por usar un hábito blanco e impecable se apiadaría de su congoja e intercería por su vida ante el tirano.
No. No fue así. Probablemente el receptor recibió la carta y releyó su contenido una y otra vez, pero no se dignó a contestar la súplica de un condenado.
¡No! El proceder no era digno de un Bergoglio que gobierna la fe del mundo y que afirma que él mismo responde todas las cartas y estampa su firma sin que le tiemble la mano.
Imagino que cuando se encuentren (próximamente) en otro plano, verá a su emisor cumplir una función superior a la terrenal que hoy administra históricamente hace diez años. Cuando esté frente a él ¿qué argumentará por su rotundo silencio?
La carta que redactó desde su celda una noche negra, imprimía su declive, similar al fondo cuando San Juan de la Cruz se inspiró en prisión, aquella noche honda, para escribir su poema más largo y triste de cuarenta estrofas.
La diferencia radicó en que el prisionero político boliviano se dirigió a un ser con tendencias y compromisos mundanos, mientras que Juan de la Cruz depositó su confianza absoluta en quien todo lo hace y todo lo puede.
En la epístola imploraba que detengan la tortura judicial a la que fue sometido con más de 70 causas abiertas en su contra, que al pasar por tres cárceles se debatía con una salud agotada, física, psíquica y financieramente.
Denunciaba categóricamente que fiscales y jueces serviles lo convirtieron en el primer preso político de un gobierno macabro.
Entre líneas explicaba su calvario irónico que dio sentido a sus días al vivir ardiente la eucaristía, incluso asumía que las homilias fueron redactadas aludiendo su sufrimiento y el deseo de aliviar el peso de la injusticia.
¿Cómo no recordar a un personaje que retribuyó con honestidad y trabajo la confianza que su patria depositó en su profesionalismo?
Admirando la piscina del Hotel Pantanal tuve la dicha de conversar hasta el amanecer con este destacado ejecutivo que tenía una respuesta precisa para cada pregunta. El criterio y los datos concretos que proporcionaba prolongaban los temas que dominaba con brillantez. Se trataba de un gran versado con cincuenta años de experiencia laboral, de los cuales, treinta se desempeñó en el Banco Mundial en países de cuatro continentes. En 2002 presidía el Servicio Nacional de Caminos (SNC) en un esquema institucionalizado, sin política partidista. La entidad estatal constituia una importante fuente informativa que me asignaron al mando de un presidente que impulsó obras de importancia y desarrollo. En una lucha férrea contra la corrupción ganó muchos enemigos y las mafias que lucraban al interior del organismo que conducía no perdonaron su transparencia.
Aquella noche estrellada del 24 de abril del 2002 cuando me confesó sus asombros no sospechó que una ex gerente entregaría su cabeza en bandeja de plata, armando un acoso judicial para ganar el favor oficial y porque en Bolivia no existe un solo juez que se oponga a las órdenes del «narcojefe».
Había llegado a la frontera invitada por el propio José María Bakovic, presidente del SNC en el cometido de realizar una inspección ocular sobre el avance del mantenimiento de la carretera Santa Cruz- Puerto Suárez. La obra de reforzamiento de más de 500 kms demandó una inversión de 2,1 millones de dólares.
El largo viaje entre arenales y áspero ripio resultó agotador y peligroso. En el trayecto, el vehículo de la caravana que integraba al girar una curva por poco ocasionó una vuelta de campana. Al llegar a la meta final el clima revestía altas temperaturas y el ingeniero Bakovic me cedió su lujosa habitación de cinco estrellas.
No pudo ocultar su desacuerdo cuando constató que la delegación conformada por periodistas, técnicos y chóferes fue registrada en un pequeño hotel en Quijarro. La mafia organizadora del viaje no reservó habitaciones para el grupo completo en el Pantanal, al justificar: «un magro presupuesto no lo permitía».
Enclavado en su ética y valores de igualdad y respeto humano prefirió pasar la noche en una reposera frente a la majestuosa piscina. Agradecida por haber renunciado al confort del hospedaje a mi favor decidí abordarlo:
— ¡Qué hermoso paisaje nocturno envuelve sus pensamientos, estimado ingeniero!, le dije al ofrecerle una botella personal de agua helada con gas.
Luego inició una amena conversación en la que desenmarañó temas de interés público que publiqué como entrevista exclusiva.
El descendiente croata nacido en Cochabamba hablaba pausado, no sonreía, pero no expresaba seriedad. Miraba el cielo como pretendiendo atrapar un cometa fugaz. Acomodaba su gorrita con las iniciales SNC que no intentó despojarse de ella.
Silenciaba su voz cuando se levantaba y por algunos minutos caminaba de un lado a otro alrededor de las azules aguas de la esplendorosa piscina. Percibí que anhelaba escuchar el canto de un Tuyuyú desde algún rincón paradisíaco del pantanal. Su elevada estatura no permitía perderse entre la sombra y la luz de los faroles de una agradable noche de pesquisa. Retornaba preguntando: ¿qué le estaba explicando?
–Pues (…) sobre el financiamiento de la carretera.
–¡Ah! la Corporación Andina de Fomento (CAF) concederá un crédito de 100 millos de dólares para el primer tramo. El corredor vial Santa Cruz-Puerto Suárez requiere 400 millones de dólares, monto que sería completado con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Unión Europea. SNC apoyará a los transportistas de carga en el traslado de la tubería para el gasoducto Yacuiba-Río Grande, afirmó.
No obstante, el punto central y candente del diálogo revestía una marcada preocupación por los actos de corrupción generados en el manejo de los recursos; la inexplicable modalidad sacramentada en las licitaciones de las cuantiosas obras; el millonario porcentaje en coimas de casi un 50% del valor de cada contrato. También implicaban los desvíos presupuestarios; el incumplimiento en los estándares de calidad en los proyectos viales en todo el territorio.
El ingeniero Bakovic no ocultó el ciño de su frente cuando se refirió enfático al cobro de peaje. Censuró un impuesto obligatorio y descaradamente ilegal y elevado.
–¿Por qué ingeniero?, pregunté.
–Porque es un dinero que no se ve, parece que cae a un bolsón hueco, aseguró.
–¿Y siempre ha sido así?
Encogiendo los hombros musitó: «tal vez»
— ¡En Bolivia no se debe cobrar ni un centavo por peaje!, remarcó.
Bakovic lamentó que la licitación por 25 años con un incremento de 70 por ciento del peaje estaba sellada. El acuerdo a cargo del Ministerio de Transporte y la Dirección General de Concesiones incluía peaje, peso, mantenimiento, inversiones y licitaciones. Él no aceptaba que el Estado efectúe pagos adicionales. Remarcó que resultaba inadmisible porque afectaría los ingresos así como el mantenimiento de la red vial. El año 2022 la recaudación de peaje superó los Bs 605 millones en 142 estaciones de cobranza. Cuando se aprobaron las concesiones de carreteras se optó por licitarlas por plazo fijo a quien ofrecía cobrar el menor peaje. Se estimó que serían bajos y los concesionarios asumirían los riesgos del negocio. La realidad resultó ser peor de lo esperado.
Una y mil noches serían insuficientes para enumerar los hechos de corrupción que Bakovic fue descubriendo en esa repartición a lo largo de su gestión. Al parecer, el mandatario Evo Morales no le perdonaría «ni muerto» las significativas (21) observaciones de irregularidades que denunció respecto al proceso de contratación de la empresa brasileña OAS para la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos (Tipnis).
Otras de las inadmisibles estafas -que denunció- tuvo que ver con el precio referencial de la obra que escaló de 177 millones de dólares a 436 millones de dólares. El costo por kilómetro de 1,4 millones de dólares, cuando el máximo establecía 692 mil dólares.
El engaño cobró relevancia internacional cuando el presidente Ignacio Lula (de Brasil) presionó a la empresa OAS para que retome la obra, a cambio de recibir satisfactorias “compensaciones” del Gobierno de Morales, cuyos beneficios Bakovic calculó en 1.000 millones de dólares.
A las 9 am del día siguiente y después de un desayuno americano, Bakovic pidió al chófer dirigirse al aeropuerto de Puerto Suárez para comprar un pasaje. Al escuchar la solicitud, la secretaria que administraba los recursos del viaje aclaró que no había dinero para comprar «ni un boleto en avión».
Bakovic respondió que no permitiría (por segunda vez) sacrificar a un ser especial que acompañó a la delegación para narrar las verdades ocultas de una añeja norma licenciosa. Con calidad empática compró con su dinero en Bs 500.- un boleto (en Aerosur) de retorno a Santa Cruz y me lo entregó. Ante el mutismo de la tesorera se despidió deseando un «feliz retorno señorita»
Así de carismático, justo, sensible y transparente reflejaba el proceder de Bakovic, naturaleza que no encajó en absoluto en un sistema corrupto que envuelve a los bolivianos.
Por tanto, en la noche negra cuando escribió la carta al Papa Francisco volcó en cada palabra el contenido de un alma afligida que buscaba ayuda. Pocas personas tienen la oportunidad de descifrar ese vaso lleno antes de culminar sus vidas.
Si bien la expresión “Noche oscura” deriva del poema de San Juan de la Cruz no hay duda que el sufrimiento carcelario, su carácter, conducta y valores convirtieron a Bakovic en un místico. A este punto exacto la doctrina espiritual lo incorpora como el término global para designar las experiencias purificativas y de desolación por las que atraviesan los místicos en el proceso de unión con Dios.
Bakovic trascendió el cordón de plata (en octubre de 2013) con un amargo sabor de injusticia. Durante 75 años compartió sus ideas, planes y aspiraciones. Dialogó con grandes y pequeños, se alimentó y pasó por nuestro lado y no reconocimos su grandeza espiritual. Trabajó en el afán de reconstruir la transparencia de un país con una moral en decadencia.
(Gimega)
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